He llegado hasta aquí y eso no es un premio, sino un aprendizaje para días todavía mejores.
Reposar la tristeza, el desamparo o la ausencia, la revelación de mis alegrías, la confesión inaplazable de mis desasosiegos.
Cambiar impresiones significa contrastar puntos de vista y modificar pareceres ante mejores criterios.
Una de las incógnitas de la razón humana es cuando se produce el cambio entre lo que fuimos y aquello que esperamos ser. Somos lo que hemos vivido y es precisamente esa memoria la que nos alimenta el presente. Pero de pronto llega una tentación, cae una cortina, se quiebra un espejo, se va la luz antigua y empezamos a saber quienes somos a la claridad de una llama.
Regresar hacia el pasado para habitar el espacio sin límites de la familia, para encontrar el plano secreto de los sentimientos intacto entre las cenizas del olvido, para rescatar esa luz congelada y brillante de los días de unión, sin contrapartidas y de la ingenuidad sin desengaños. Y sabes, o sientes, que ahí, remansado en los pliegues de la ausencia, existe un río de la memoria que fluye cada año para purificar las heridas del tiempo.
Hoy es un buen día, pues, para recuperar lo bueno que tenemos guardado en la memoria: las gafas enormes y cuadradas, la camisa blanca, y el cuello duro. Al hablar, se eleva levemente la parte derecha del labio superior, un labio casi inexistente, discreto.
Se supone que algún día decidimos creer que pensábamos en grupo y algo sucede cuando recordamos que también podemos pensar por nosotros mismos.
Después de los años, desde la memoria, puedo afirmar que el oficio de profesor es duro y valeroso, de hombres sufridos, aventura de largos meses en jornadas enloquecidas y tenebrosas, pero otras,llenas de felicidad.
El día en que cumplí 60 años, un compañero me dijo: "Estás en lo mejor de lo peor". Y creo que es verdad. Tengo la sensación de que por fin se ha acabado la infancia y que ahora viene lo quiescente. Procuraré llevarlo con cierto humor, que es como hay que afrontar todo en la vida.